julio 13, 2009

¿QUIÉN FUE MARÍA MAGDALENA?

Ensayo escrito por Gabriela Velis
San Salvador, 21 de marzo de 2006

Lo que ella hizo por el mundo
no puede ser calculado...


¡Mirad el poder divino que fue encendido
en ella por el poder de Dios!
[1]

‘Abdu’l-Bahá[2]

La figura de María Magdalena ha generado a través de la historia mucha polémica sobre su vida, su aporte a la cristiandad y en especial, sobre su relación con Jesucristo.

Para comprender la verdadera estación de María Magdalena y el inmenso amor que sentía hacia Jesucristo, es necesario partir de un paradigma diferente, liberado de estereotipos heredados por la imitación ciega de las generaciones que nos precedieron y de las suposiciones y especulaciones generadas por una época que se caracteriza por la “omnipresencia del sexo” en todas las relaciones, como Shoghi Effendi[3] expresó: “entre los muchos otros males que afligen a la sociedad en este punto más bajo espiritualmente de la historia, está la cuestión de la inmoralidad y el énfasis exagerado en el sexo...”[4]

Ya que el tema de esta investigación es de índole histórico, debe valerse de su propio método, ya que no puede ser verificado, ni sujeto a experimentación, características propias del método científico clásico; por tanto se desarrolla a través del método racional. El elemento del método que ha sido principalmente utilizado a lo largo del ensayo es el argumento de autoridad, que consiste en admitir una verdad con base en el valor moral o intelectual de quien lo propone. Este elemento es común en asuntos de fe. En este caso, se acepta para el estudio el valor moral o intelectual de los autores de los escritos sagrados del Cristianismo, Islám y de la Fe Bahá’í.

Sin embargo, lo que no tiene un significado evidente, puede ser causa de discordia, porque los escritos sagrados se encuentran llenos de alegorías que requieren una interpretación no literal. Por tanto para que el resultado sea completo, junto al argumento de autoridad debe utilizarse otro elemento del método racional: el razonamiento, con el cual está dotada toda persona. ‘Abdu’l-Bahá manifestó:

Considerad lo que distingue al ser humano de entre todos los seres creados y hace de él una criatura diferente. ¿No es su poder de razonar, su inteligencia? ¿No debe hacer uso de ellos para el estudio de la religión? Yo os digo: pesad cuidadosamente en la balanza de la razón y de la ciencia todo lo que os sea presentado como religión. ¡Si pasa esta prueba, aceptadla, pues es la verdad! ¡Si, por el contrario, no se ajusta a ella, rechazadla, pues es ignorancia!

¡Observad a vuestro alrededor y ved cómo el mundo de hoy está sumergido en la superstición y en las formas externas!
[5]

Por tanto, es imprescindible tener una visión objetiva, liberada tanto de prejuicios supersticiosos como de las fantasías contemporáneas.

Hablar de María Magdalena, nos lleva de manera inevitable, a relacionar su figura con la de Jesucristo Mismo, y a examinar algunos detalles relacionados con Su verdadera Naturaleza.

* ¿Quién es María Magdalena para los bahá’ís?

María fue una mujer originaria de Magdala, a quien Dios distinguió con la bendición especial de acompañar a Jesucristo en su Ministerio y que estaría destinada a realizar una gran misión vinculada a Su Fe. En la tradición religiosa se ha otorgado a María de Magdala distintas posiciones desde la de ser considerada como una cortesana hasta el discípulo más amado de Jesús y por tanto, verdadera autora del Evangelio que se atribuye a Juan.

Tal como se expresó anteriormente, ya que en este punto de la historia es imposible verificar científicamente algunos de los hechos atribuidos tanto a Jesucristo como a María Magdalena, por tanto el presente ensayo se centra en los escritos sagrados autorizados, que en la Revelación Bahá’í, se aceptan como investidos con autoridad divina, al considerar a los Mensajeros de Dios, quienes son fundadores de las principales religiones, como “portavoces de Dios Mismo” e Intermediarios entre Dios y la humanidad.

Se debe tener en cuenta que este artículo se basa en los textos bahá’ís disponibles en inglés y español; la mayoría de Tablas reveladas por Bahá’u’lláh[6] y los escritos y charlas de ‘Abdu’l-Bahá (que junto al resto de escritos autorizados de la Fe Bahá’í compilados y revisados hasta 1983 llegaban a 60,000 documentos) aún no han sido traducidas del persa o árabe, idiomas originales en que fueron reveladas.

En las escrituras que se encuentran ya traducidas, existe gran cantidad de referencias sobre María Magdalena, de las cuales se citan algunas en el presente artículo.

Entre ellas encontramos que es descrita por ‘Abdu’l-Bahá como “una campesina y una sierva de Dios” en ningún momento la identifica como una prostituta, estigma que la Iglesia le atribuyó en algún momento de la historia religiosa. En la Biblia es mencionada como “María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios” y menciona que Jesús “iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el Reino de Dios” acompañado por los doce apóstoles y “algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y enfermedades” y que “le servían de sus bienes”. Entre estas mujeres se encontraba la ilustre María Magdalena.[7]

Vale la pena hacer un paréntesis para comprender a que se refieren las Sagradas Escrituras por términos como “demonios” y similares.

En una carta escrita en nombre de Shoghi Effendi a un creyente con fecha 02/11/1938 encontramos:

“En cuanto a su pregunta referida a la condición de aquella gente descrita en el Evangelio como poseída por demonios; esto debería interpretarse figuradamente: el demonio o satán es un símbolo del mal y de las fuerzas oscuras que ceden ante la tentación.”[8]

También existe guía de la Casa Universal de Justicia[9] al respecto en una carta con fecha 13 de febrero de 1974, a un creyente individual:

“Responded a los que puedan preguntarte sobre la posición de tu religión en cuanto al tema de demonios, puedes decir sin vacilar que el concepto de satanás o el diablo como un ser en oposición a Dios es rechazado por las enseñanzas bahá’ís pero que la palabra la entienden los bahá’ís como las provocaciones del ego y el deseo y el lado oscuro de la naturaleza humana.”[10]

Esta visión nos hace retomar la historia religiosa desligada de la superstición.

Al contemplar la historia bíblica es evidente que en ningún momento relaciona a María Magdalena con la mujer descubierta en adulterio, a quien Jesús dirigió las siguientes palabras:

“Ni yo te condeno; vete y no peques más”.[11]

Podemos notar que a lo largo del relato del capítulo 8 del evangelio de Juan, en ningún sitio se refiere a María Magdalena como la protagonista del mismo. Tampoco menciona que la mujer adúltera se haya agregado al grupo de sus seguidores, sino que Jesús le dice “Vete”.

El Evangelio también menciona otro relato, el de una “mujer... que era pecadora”[12] que se ha relacionado con María Magdalena. En el evangelio dice que estando Jesús comiendo en casa de Simón, el fariseo, entró una mujer y roció Sus benditos pies con un caro perfume y sus propias lágrimas y los enjugó con sus propios cabellos; de la cual no menciona el nombre en ningún momento, y se refiere a ella como “una mujer de la ciudad”[13]. Los relatos narrados tuvieron lugar mientras Jesús se encontraba en Naín, ya que como preámbulo de la narración de dicho acontecimiento se lee: “Aconteció después que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud.”[14] Por tanto la mujer era de Naín, no de Magdala, ciudad de la cual provenía María Magdalena y a la cual debe su nombre.

En los escritos bahá’ís se encuentran expresiones de alabanza y exaltación de la posición que ocupa María Magdalena en la Dispensación cristiana. En especial ‘Abdu’l-Bahá se refiere a ella como “una auténtica leona” y “heroína”.

También el maestro le dedica las siguientes palabras:

“Toda mujer que llega a ser la sierva de Dios supera en gloria a las emperatrices del mundo, pues se halla en relación con Dios, y su soberanía es sempiterna, en tanto que un puñado de polvo borrará el nombre y la fama de aquellas emperatrices. En otras palabras, tan pronto como descienden a la tumba quedan reducidas a la nada. Las siervas del Reino de Dios, en cambio, gozan de soberanía eterna, la cual no es afectada por el transcurso de las edades y generaciones.

Considera cuántas emperatrices, desde el tiempo de Cristo, han venido y se han ido. Cada una de ellas fue la gobernante de un país, mas ahora todo rastro y nombre de ellas se han perdido, mientras que María Magdalena, quien tan sólo era una campesina y una sierva de Dios, aún resplandece desde el horizonte de eterna gloria.”
[15]

“Muchas reinas han gobernado a quienes se les recuerda por sus fechas en la historia, y no se sabe más de ellas. Pero María la Magdalena es más grande que todas esas...”[16]

* ¿Estuvo casado Cristo con María Magdalena?

El asunto del estado civil de Jesús ha sido objeto de especulaciones, y de manera especial la vinculación con María Magdalena. Este asunto es imposible de verificar científicamente, sin embargo los escritos bahá’ís niegan de manera categórica la posibilidad de que Jesucristo se haya desposado.

En la Tabla dirigida a Napoleón III, Bahá’u’lláh se expresa sobre Jesucristo de la siguiente manera:

“Aquel que no se desposó (Jesús) no encontró lugar donde morar o reclinar Su cabeza, por causa de lo que las manos de los traidores habían hecho. Su santidad no consiste en aquello que creéis o imagináis, sino más bien en lo que Nosotros poseemos. Inquirid, para que podáis comprender Su posición, que ha sido exaltada por encima de las imaginaciones de todos los que moran sobre la Tierra. Bienaventurados son quienes lo perciben.”[17]

Esta cita nos asegura que Jesús nunca se desposó y que la afirmación de su matrimonio con María Magdalena carece de autoridad, ya que Bahá’u’lláh se refiere a Jesús como “Aquel que no se desposó”; sin embargo es bastante claro que su elevada estación no radica en su celibato, sino que está exaltada por encima de las circunstancias que rodearan su vida terrenal.

‘Abdu’l-Bahá aclaró este punto en el libro Contestación a unas preguntas, cuando se refirió a que la grandeza de Cristo provenía de sus perfecciones y no de su nacimiento virginal:

“Lo que confiere honor y grandeza es el esplendor y munificencia de las perfecciones divinas [...] resulta evidente que la santa realidad, es decir, la verdadera existencia de todo gran hombre, proviene de Dios y debe su existencia al hálito del Espíritu Santo.

[...] las almas santas y de las Divinas Manifestaciones proviene de sus virtudes, munificencia y gloria celestiales, y de ninguna otra cosa.”
[18]

Es inevitable referirnos en este punto a la vida monástica que el clero cristiano impuso sobre sus representantes, justificando que imitaban el ejemplo dejado por Cristo.

Bahá’u’lláh se refiere a la vida monástica con los términos más enérgicos, en la misma Tabla dirigida a Napoleón III:

“¡Oh concurso de monjes! No os recluyáis en iglesias y claustros. Salid con Mi permiso, y ocupaos en aquello que beneficie a vuestras almas y a las almas de los hombres. ... Contraed matrimonio, para que después de vosotros alguno ocupe vuestro lugar. Os hemos prohibido cometer actos de deslealtad, y no aquello que ha de expresar fidelidad. ¿Os habéis aferrado a las normas fijadas por vosotros mismos, y dejáis de lado las normas de Dios? Temed a Dios y no seáis de los necios. Si no fuese por el hombre, ¿quién haría mención de Mí en Mi tierra, y cómo podrían haber sido revelados Mis atributos y Mi nombre? Ponderad, y no seáis de aquellos que están velados y profundamente dormidos.”

También en el Corán, investido de autoridad como escritura sagrada revelada, encontramos:

“A Jesús, Hijo de María, entregamos el Evangelio, y pusimos en los corazones de aquellos que le siguieron bondad y compasión; pero la vida monástica la inventaron ellos mismos. El deseo sólo de agradar a Dios es lo que les prescribimos, y esto no lo observaron como debía haber sido observado.”

JE Esslemont aporta el siguiente comentario, en su libro Bahá’u’lláh y la Nueva Era:

“Cualquier justificación que haya habido para la vida monástica en tiempos antiguos y circunstancias pasadas, Bahá'u'lláh declara que esta justificación ya no existe; y, ciertamente, es evidente que el privar a una población de un gran número de miembros piadosos y temerosos de Dios de su asociación con sus semejantes y de los deberes y responsabilidades de la paternidad, tiene que resultar en el empobrecimiento espiritual de la raza.”

* ¿Qué importancia tiene María Magdalena para el cristianismo?

Entonces, habiendo sido María Magdalena una campesina sin “...nombre, ni fama ni importancia”[19] ¿qué fue lo que ella hizo, que le mereciera el encomio y enaltecimiento del cual ha sido objeto en la Revelación Bahá’í? Sobre el acto que ella llevó a cabo ‘Abdu’l-Bahá se refiere así: “lo que ella hizo por el mundo no puede ser calculado.”[20] Y debido al cual “...su vela está, en la asamblea del mundo, iluminada hasta la eternidad.”[21]

Para comprender cabalmente la magnitud de dicha acción es necesario como introducción, explicar con las palabras de ‘Abdu’l-Bahá el significado que tiene la resurrección de Cristo:

“La resurrección de las Manifestaciones Divinas no es la del cuerpo. Todos sus estados, sus condiciones, sus actos, cuanto han establecido, sus enseñanzas, sus expresiones, sus parábolas y sus instrucciones, poseen un significado espiritual y divino que no está relacionado con las cosas materiales. Por ejemplo, en el caso de la venida de Cristo del cielo, en muchas partes de los evangelios se dice claramente que el Hijo del Hombre vino del cielo, que está en el cielo y que irá al cielo. Así, el capítulo 6, versículo 38 del evangelio de Juan, dice: "porque he descendido del cielo"; y también en el versículo 42 encontramos: "Y decían: '¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?'" También se dice en el evangelio de Juan, capítulo 3, versículo 13: "Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo".

Observa que dice: "El Hijo del Hombre está en el cielo" siendo así que en ese momento Cristo estaba en la tierra. Fíjate también que dice que Cristo vino del cielo, aunque provenía de la matriz de María, de cuyo cuerpo nació. Es claro, entonces, que cuando afirma que el Hijo del hombre ha venido del cielo, tal expresión no tiene un significado exterior sino un significado interior. Se trata de un hecho espiritual, no de un hecho material. El significado es que aunque Cristo aparentemente nació de la matriz de María, en realidad vino del cielo, del centro del Sol de la Realidad, del Mundo Divino y del Reino Espiritual. Puesto que es evidente que Cristo vino del cielo espiritual del Reino Divino, su desaparición bajo la tierra durante tres días no es un hecho exterior, sino que debe tener una significación oculta. Del mismo modo, su resurrección de las entrañas de la tierra es también simbólica, un hecho espiritual y divino, y no material. Igualmente, la ascensión al cielo es una ascensión espiritual y no material.

Aparte de estas consideraciones, ha quedado probado por la ciencia que el cielo visible es una extensión ilimitada, vacua y vacía, donde se mueven planetas y estrellas innumerables.

Por ello, decimos que el significado de la resurrección de Cristo es el siguiente: los discípulos quedaron perturbados y agitados después del martirio de Cristo. La Realidad de Cristo, representada por sus enseñanzas, su munificencia, sus perfecciones y su poder espiritual, quedó oculta y velada por dos o tres días después de su martirio, tiempo durante el cual no resplandeció ni se manifestó. No, más bien se hallaba perdida. Los creyentes eran pocos en número y estaban sobrecogidos y agitados. La Causa de Cristo era como un cuerpo sin vida. Y cuando, pasados tres días, los discípulos volvieron a sentirse seguros y firmes, comenzaron a servir a la Causa de Cristo, resolvieron difundir las enseñanzas divinas, poniendo en práctica sus consejos y levantándose para servirle. Fue entonces cuando la Realidad de Cristo se volvió resplandeciente y se manifestó su munificencia. Su religión cobró vida; sus enseñanzas y admoniciones se hicieron evidentes y visibles. En otras palabras, la Causa de Cristo permaneció entonces como un cuerpo sin vida, hasta que la vida y la gracia del Espíritu Santo la envolvieron.

Tal es el significado de la resurrección de Cristo. Esa sí fue una resurrección verdadera. Como el clero no ha entendido el significado de los evangelios, ni comprendido sus símbolos, se ha dicho que la religión está en contradicción con la ciencia, y que la ciencia se opone a la religión. Es el caso de la ascensión de Cristo al cielo visible en un cuerpo elemental, algo que es contrario a la ciencia matemática. Mas cuando la verdad del tema se aclara y el símbolo recibe su explicación, la ciencia no lo contradice en modo alguno, sino que, al contrario, tanto la ciencia como la inteligencia lo confirman.”[22]


De esta manera, al leer la narración de los Evangelios queda claro que fue gracias a María Magdalena, la fiduciaria de la Fe de Cristo, quien transmitió a los demás discípulos la certeza de que Él seguía con ellos espiritualmente y que su realidad no había muerto, “fue ella cuyo amor fortaleció a los discípulos cuando desfallecía su fe”.[23] Ella se levantó en medio de los seguidores de Cristo, en una comunidad que tradicionalmente consideraba inferior a la mujer hasta el punto de negarle la entrada a los servicios religiosos (la sinagoga), y sin embargo ella esparció las fragancias del cristianismo por medio del “... poder divino que el poder de Dios prendió en ella!”[24]

‘Abdu’l-Bahá relata este acontecimiento con las siguientes palabras:

Todos estaban sacudidos salvo María Magdalena. Era una auténtica leona. Reunió a los demás y les dijo, “¿Por qué están de duelo? ¿Acaso Cristo no predijo su crucifixión? Alzaos, y tened certeza. No han matado más que el cuerpo; la realidad no puede morir jamás, puesto que es supremo, eterno, la palabra de Dios, el hijo de Dios. ¿Entonces por qué estáis agitados?” Así fue que esta heroína fue la causante del restablecimiento de la fe de los apóstoles.

Mi esperanza es que cada uno de vosotros se vuelva como María Magdalena – pues esta mujer era superior a todos los hombres de su época y su realidad brilla por siempre desde el horizonte de Cristo.
[25]

Juliet Thompson, distinguida sierva del Maestro ‘Abdu’l-Bahá, escribió el libro I, Mary Magdelene, en el que compara su ardiente amor y sumisión a la voluntad de su Bienamado, con el que María Magdalena sentía por Jesucristo. Lo narra en su diario de la siguiente manera:

Juliet dijo que ella usó, en su historia sobre María Magdalena (a quien, como Abdu’l-Bahá remarcó en su diario, ella se le parecía incluso físicamente) muchas cosas que ella aprendió del Maestro Mismo.[26]

El siguiente pasaje pertenece al diario de Juliet, en el que expresa “su intenso amor”, su “ser encendido con el fuego del amor” de su Señor, “y la penetración del Espíritu de Verdad” en sus “miembros, nervios, venas, arterias, huesos, sangre y piel”, como que hubiera “tomado las riendas del poder” de sus manos y la moviera “a su voluntad”[27]:

“Una vez durante esta entrevista, como en dos ocasiones anteriores, me había mirado profundamente a los ojos por largo, largo rato, Su rostro inescrutable.

Había dicho que yo sufría. Yo lo reconocía. Nunca antes había estado tan consciente de que mi cuerpo era una prisión oscura. Mi alma Lo ansiaba, y golpeaba los barrotes. Estaba allí sentado, rebosante de Amor Divino, más tierno de lo que se puede comprender—más allá de lo que se puede expresar en idioma humano—el Centro, el Foco de ese Amor que tiene dentro de su alcance todos los mundos. Y yo, un átomo a Sus pies, el inmerecido depositario de tanto Amor, era totalmente incapaz de devolverlo (¡la palabra “devolver” es sacrilegio!), pero ni siquiera podía darme cuenta de Aquello por lo cual mi pobre corazón se rompía de gratitud. ¡Ay! ¡Si pudiera tener suficiente gratitud!, clamaba mi alma.

Estar ciega en Presencia del Sol; esto no es lo que quiero decir. Ser un mendigo ciego, amando a tan munífico Rey a quien le debo la vida, el amor, todo—a quien le debo hasta este ardiente amor por Él—esto es acercarse. En ninguna parte encontraré un regalo para Él, Aquel a Quien mi corazón añoraba, para expandir su vital líquido mismo—¡en ningún lado podré encontrar un regalo para Él que Él mismo no me haya dado antes!”

“Piensa a menudo en mí”, dijo, “Piensa a menudo en lo que te he dicho. Aprecia estos momentos. ¡Piensa! Si vivieras en la época de Cristo, si tú fueras María Magdalena a Sus pies”[28]


Existe otro extraordinario acto de heroísmo que los escritos bahá’ís atribuyen a María Magdalena, narrado por ‘Abdu’l-Bahá, y que se encuentra documentado por el Sr. Balyuzi, destacado historiador bahá’í:

Esa noche después de la cena, en la sala de estar del 97 de la calle Cadogan Gardens, Él hablaba de Cristo y Su advenimiento, de los primeros cristianos y en particular de María Magdalena. María, dijo, se encaminó a Roma, buscó al Emperador e intercedió por los judíos a quienes perseguía Poncio Pilatos por haberlo engañado para condenar a muerte a Jesús. Los cristianos, le dijo María al Emperador, no deseaban venganza. Le suplicó que mandara orden a Pilatos de cesar la persecución de los judíos, y el Emperador cumplió sus deseos.[29]

En una tabla dirigida a una de las creyentes, ‘Abdu´l-Bahá se refiere al mismo acontecimiento protagonizado por la intrépida María Magdalena en la ciudad de Roma:

¡Oh tú, amada sierva de Dios. Ésta es la hora, éste es el momento en el cual, como María Magdalena (quien desató su lengua en la gran ciudad de Roma), tú puedes alzarte e involucrarte en la enseñanza del advenimiento del Reino de Dios y esparcir a los que escuchan en lo ancho y largo de la tierra, las buena nuevas del Reino de la Eternidad![30]

* “La posición atribuida a María Magdalena por la tradición religiosa: ¿Una historia de conspiración?”

Podemos concluir, que la posición de María Magdalena no ha sido debidamente reconocida a través de la historia religiosa; posición que la evidencia demuestra de manera contundente, como canal de guía a través del cual tuvo lugar la Resurrección de la Realidad de Cristo.

El siguiente capítulo del libro “El avance de la Mujer” de Janet y Peter Khan hace un análisis del papel concedido a las mujeres por el Mismo Jesucristo durante Su Ministerio y el que más tarde le fue atribuido por la supremacía masculina en la historia religiosa:

“Uno de los elementos cardinales de las creencias bahá’ís es que a lo largo de la historia las Manifestaciones de Dios han venido intermitentemente, y que cada una ha revelado enseñanzas divinas que incluyen una reiteración de los principios espirituales eternos y una aplicación de dichos principios a las necesidades y oportunidades del medio social en el que vive la Manifestación.

Todas las Manifestaciones han enseñado que no hay distinción espiritual entre el hombre y la mujer. ‘Abdu’l-Bahá explica:

[…] “Las mujeres cuentan como idénticas a los hombres. Dios ha creado a la humanidad a Su propia imagen, y según Su propia semejanza. Esto es, el hombre y la mujer son por igual reveladores de Sus nombres y atributos; desde el punto de vista espiritual no hay diferencia entre ellos. Quienquiera que se acerca más a Dios, tal persona es la más favorecida, sea hombre o mujer.”

Una consecuencia de la perspectiva bahá’í en torno a las religiones reveladas es la creencia en que, si fuera posible tener acceso a un registro auténtico de los Mensajes de las manifestaciones que vivieron hace miles de años, se encontraría evidencias históricas que apoyan este punto de vista. Tal evidencia se encuentra tanto en la Biblia como en el Corán. En el libro de Génesis leemos “Dios creó al hombre a su propia imagen […]; hombre y mujer los creó” (Gén. 1:27), afirmando así que el hombre y la mujer poseen naturalezas espirituales idénticas. El Nuevo Testamento contiene numerosos ejemplos de igualdad espiritual, tal como lo expresa la actitud de Jesucristo hacia la Mujer. La inclusión de hombres y mujeres en las parábolas, la curación de hombres y mujeres, y papel crucial asignado a María Magdalena no son sino ejemplos de esta perspectiva. Por otra parte, es mucha la luz que cabe obtenerse a partir de Juan 4, cuyos versículos narran el encuentro con la mujer de Samaria, a quien Jesús trata con una cortesía y respeto que aturden a los discípulos. Convertida a la nueva religión, ella pasa a ser su anunciadora ante los samaritanos de la ciudad de Sicar. En el Nuevo Testamento la condición espiritual de la mujer se describe con las siguientes palabras: “No hay judío ni griego, no hay esclavos ni hombre libre, no hay hombre ni mujer; pues todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál. 3:28)...

La actitud demostrada en los Evangelios y en el Corán difieren significativamente de la perspectiva adoptada en el cristianismo y en el Islám por numerosas autoridades religiosas que dictaron las leyes que iban a regir la conducta de y hacia la mujer. De continuo las jerarquías de ambas religiones colocaron a la mujer en un puesto inferior que no se compadecía con las declaraciones autorizadas de Sus Fundadores. Incluso en ocasiones se ha llegado al extremo de negar la igualdad espiritual del hombre y la mujer.

Antes de examinar este proceso en detalle, merece la pena indagar cómo pudo haber ocurrido tal desviación respecto de los principios establecidos en las declaraciones de Cristo y Muhammad. En esencia, se consintió que las actitudes discriminatorias existentes en otros tiempos volvieran a brotar y adquirir carta de naturaleza hasta relegar a la mujer a un puesto incluso inferior a aquel del que quisieron rescatarla los Fundadores de dichas religiones.

Las enseñanzas bahá’ís proporcionan claves acerca de las razones que explican el fracaso de las comunidades religiosas en la preservación de su pureza prístina. Así, la falta de una fuente universalmente aceptada de interpretación de las palabras del Fundador abocó a que algunos términos cruciales se entendiesen en una variedad de formas, dando lugar con ello, en ciertos casos, a interpretaciones sumamente discriminatorias. Hubo sin duda otras razones: la atribución de una autoridad sin garantías a los puntos de vista expresados por dirigentes religiosos carismáticos, quienes a menudo estaban influidos inadvertidamente por la cultura discriminatoria en la que nacieron, y cuyas palabras gozaron de una autoridad igual a la del Fundador; la inclusión en el canon sagrado de tradiciones orales, muchas de las cuales poseían una validez y precisión cuestionables, y que llegaron a disfrutar de un predicamento equivalente al del Texto sagrado; las generalizaciones injustificadas realizadas a partir de actuaciones específicas del Fundador en situaciones concretas cuyos detalles, por lo demás, se ignoran en su totalidad; las componendas realizadas en la presentación de las nuevas enseñanzas a fin de dar acomodo a puntos de vista culturales sobre la inferioridad del mujer, y motivadas por el deseo de edulcorar la religión al gusto de las masas y de esta forma incrementar el número de conversos; y los intereses creados de una jerarquía exclusivamente varonil interesada en preservar sus puestos, privilegios y prerrogativas mediante la eliminación de la mujer. El resultado final condujo a que en gran parte de las tierras cristianas e islámicas la mujer ocupase un puesto inferior al originalmente asignado...

La actitud cristiana hacia la mujer se vio fuertemente influida por las epístolas dirigidas a las primeras Iglesias, muchas de las cuales son paulinas o de atribución paulina. Si bien los consejos y las admoniciones que figuran en dichas epístolas admiten una interpretación contextualizable en un tiempo y circunstancias particulares, su inclusión en el Nuevo Testamento llevó a que se le concediera una aplicabilidad general mucho mayor. Entre las declaraciones que encontramos figuran: “la cabeza de la mujer es su marido” (1Cor. 11:3); “cualquier mujer que reza o profetiza con la cabeza descubierta deshonra su cabeza” (1Cor. 11:5); “las mujeres, guarden silencio en las iglesias. Pues no se les permite hablar, sino que deberían subordinarse, tal como dice la ley. Si hay algo que deseen conocer, que pregunten a sus maridos en casa. Pues es vergonzoso que la mujer hable en la iglesia.” (1Cor. 14:34-35). Declaraciones como éstas carecen de base en las palabras de Jesucristo y contrastan llamativamente con la actitud que mantuvo hacia la mujer durante Su ministerio.

Un elemento particularmente significativo del punto de vista paulino sobre la mujer aparece en el siguiente pasaje:

“Dejad que la mujer aprenda en silencio con toda sumisión. No permito que ninguna mujer enseñe o ejerza autoridad sobre el hombre; debe guardar silencio. Pues Adán se formó primero, y luego Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer fue engañada y se convirtió en transgresora. (1 Tim. 2:11-14)

En este pasaje se encuentra el resurgimiento del punto de vista precristiano sobre la mujer como fuente de mal y tentación. Sobre esta base iba a descansar el punto de vista cristiano que vio a la mujer como responsable del pecado original. Tal como se declara en otra epístola: “La serpiente engañó a Eva con su astucia” (2 Cor. 11:3). Esta interpretación literal de Génesis 3:1-7 queda reforzada con la declaración de San Agustín, quien en el siglo quinto después de Cristo, y siguiendo a Pablo en su afirmación de que la serpiente, oficiando por encargo del ángel caído, había provocado la perdición del varón, afirmó en su obra La ciudad de Dios: “Intentó llevar su engaño a la mujer, asaltando la parte más débil de la alianza humana, para de esa forma gradualmente hacerse con el todo, suponiendo que el hombre no le prestaría fácilmente oído o que no caería en el engaño, pero que bien podría ceder ante el error de la mujer.” La doctrina cristiana del pecado original quedaba asociada de esta forma con la trasgresión inducida por la debilidad de Eva y por la tentación que le tendió a Adán.

Desde la perspectiva bahá’í esta interpretación del Génesis resulta bastante incorrecta. ‘Abdu’l-Bahá resume en una charla el relato que ofrece el Génesis sobre Adán y Eva:

Si tomamos esta historia en su sentido aparente, de acuerdo con la interpretación del vulgo, resulta por cierto extraordinaria. La inteligencia no puede aceptarla, afirmarla o imaginarla; pues tales disposiciones, semejantes detalles y reproches distan de ser los de un hombre inteligente, no se diga ya de la Divinidad.”

‘Abdu’l-Bahá aclara que “esta historia de Adán y Eva, quienes comieron del árbol y fueron expulsados del Paraíso, ha de considerarse simplemente como un símbolo”, y a continuación ofrece una interpretación simbólica sumamente apartada de la usual en la teología cristiana. ‘Abdu’l-Bahá rechaza la doctrina del pecado original como algo “muy distante de la justicia de Dios” y afirma que tal idea “excede cualquier ley normal y no puede aceptarse por ninguna persona inteligente.”

[…] debe hacerse mención de Santo Tomás de Aquino, puesto que su obra estuvo destinada a convertirse en pilar fundamental de la formulación dogmática de la Iglesia Católica Romana. Su Summa Theologica, escrita en el siglo XIII después de Cristo, aspiraba a dar un tratamiento sistemático a las doctrinas teológicas derivadas de las Escrituras y a presentar una justificación racional de ellas. El punto de vista de Santo Tomás sobre la mujer, en parte fundado en Aristóteles, declaraba en cuanto a su naturaleza:

En cuanto a la naturaleza individual, la mujer es defectuosa y está mal concebida, pues la fuerza activa en la semilla varonil tiende a la producción de una semejanza perfecta en el sexo masculino; en tanto que la producción de la mujer se deriva de un defecto de la fuerza activa o de cierta indisposición material […]

El autor continúa afirmando: “En cuanto a la naturaleza humana en general, la mujer no está mal concebida, sino que ha sido concebida por naturaleza y está destinada a la labor creativa.” Tras catalogar a la mujer como adecuada tan sólo para la crianza, contrasta su función con la del hombre, al afirmar que el papel de éste es el de participar en el acto sexual, pero que el “hombre ha recibido una orden complementaria para una actividad vital todavía más noble, a saber, la función intelectual.” Una consecuencia lógica de la inferioridad intelectual que atribuye a la mujer es su aserto de que “la mujer está naturalmente sometida al hombre, pues en el hombre la discreción de la razón predomina”. Esta línea de pensamiento groseramente distorsionada, tan apartada de la actitud y pronunciamientos de Jesucristo, debe verse como una contribución al trato degradante infligido a la mujer durante los largos siglos en que la ortodoxia cristiana ejerció su influencia. A ello cabe atribuir en gran parte el trato vejatorio que tanto en lo psicológico como en lo físico recibieron las mujeres, la denegación de su educación y derechos legales, la segregación de ésta respecto a la jefatura religiosa o los oficios intelectuales dentro de la comunidad, la idealización del estado célibe, y ya en períodos más vergonzosos de la historia humana, la condena de las mujeres como brujas y encarnaciones diabólicas [...]

En resumen, hay elementos significativos en la práctica tanto de la Cristiandad como del Islám, que se han desviado en gran medida de las enseñanzas en que los fundadores hacen referencia a la igualdad espiritual. Las actitudes tradicionales acabaron por rebajar la condición y libertad atribuida a la mujer, y es por ello por lo que millones de mujeres fieles a estas religiones hubieron de cargar en consecuencia con una vida de miseria, degradación e ignorancia.”

Por desgracia la reacción ante este penoso historial de opresión en algunos pagos ha consistido en entregarse a la condena de los fundadores de las religiones por actos que en cualquier caso sólo son atribuibles a sus desencaminados o maliciosos seguidores.”

Han sido muchas las mujeres notables que se distinguieron en la historia por su sagacidad, valor y heroísmo, ‘Abdu’l-Bahá menciona en términos muy elogiosos la historia de Zenobia, reina del Este, de la ciudad de Palmira, que vivió en el siglo III después de Cristo, esposa del gobernador general de Atenas, que a la muerte de éste, asumió el control del gobierno. Después de que conquistara Siria y Egipto, el Imperio Romano envió un gran ejército contra ella, y después de intentar conquistarla sin éxito, las fuerzas fueron comandadas por el mismo emperador Aureliano, sitiando la ciudad de Palmira durante dos años, sin poder vencerla hasta que cortaron el suministro de provisiones y la obligaron a capitular. Cuando fue llevada cautiva a Roma al final de una procesión de elefantes, leones, tigres y monos, luciendo una corona sobre su cabeza y una cadena de oro, con la dignidad propia de una reina y sin aceptar humillación exclamó: “Verdaderamente, me glorifico en ser mujer y en haber resistido al Imperio Romano.” También menciona a Catalina I, emperatriz de Rusia; la reina Isabel de España entre otras mujeres notables que se destacaron en los asuntos de la humanidad.

En la siguiente tabla dirigida a una de las primeras creyentes, ‘Abdu’l-Bahá destaca la firmeza de las primeras siervas de Cristo:

¡Oh tú quien eres atraído por las Fragancias de Dios!

Regocíjate por que te He mencionado y alegra tus ojos por la bondad de tu Señor. Sabe en verdad, que Su favor para contigo es grande, pues te ha guiado a la Luz Misericordiosa, te ha confirmado en soportar calamidades y dificultades en el camino de Dios, de parte de los negligentes.

No hay daño en cualesquier aflicción que pueda acontecerte en el amor de Bahá, puesto que esa aflicción es una gema que centellea y brilla sobre la corona de guía que adorna tu cabeza entre las siervas. Recuerda las aflicciones de los discípulos, y lo que María, la Virgen; María, la Magdalena; y María, la madre de Jesús, soportaron en el camino de Dios; especialmente Bárbara, hasta que fue martirizada en el amor de Cristo; y atraída al Reino de Dios, su espíritu se alzó hasta las cumbres de santidad en el paraíso de la vida eterna, en el lugar del Encuentro.
[31]

Para todo investigador imparcial, todo “verdadero buscador”[32] de la Verdad, es evidente que el papel desempeñado por la mujer en la historia, y en particular, la posición de María Magdalena no ha sido suficientemente reconocida por la tradición religiosa.

La participación de la mujer ha sido negada a lo largo de la historia, y en algunos casos en que una mujer extraordinaria se destacó en los asuntos humanos, a pesar de que las condiciones imperantes de la sociedad no se lo hubieran facilitado, sus logros no fueron reconocidos, y esta atroz realidad se destaca de manera especial en la historia del cristianismo. Lamentablemente, la pureza de la religión se contaminó con el deseo de liderazgo, poder y gloria terrenal; hasta el punto de distorsionar la verdad, difamando la realidad de quien el Maestro dice: “...esta mujer fue superior a todos los hombres de su época y su realidad brilla eternamente desde el horizonte de Cristo”[33]

Bahá’u’lláh se refiere a los líderes religiosos en los siguientes términos:

“Los jefes religiosos, en toda época, han impedido a su pueblo alcanzar las orillas de la salvación eterna, por cuanto sostienen las riendas de la autoridad en su poderoso puño. Algunos por ambición de poder, otros por falta de comprensión y conocimiento, han sido la causa de esa privación del pueblo. Por su sanción y autoridad todos los Profetas de Dios han bebido del cáliz del sacrificio...”

‘Abdu’l-Bahá destacó la contaminación que sufrió la Iglesia de Cristo cuando conquistó el poder terrenal:

[...] comparemos la vida de algunos de los papas con la religión de Cristo. Cristo hambriento y sin amparo, se alimentaba de hierbas del desierto y no deseaba herir los sentimientos de nadie. En contraste, el papa se sienta en una carroza cuajada de oro, y pasa su tiempo en la mayor pompa, entre placeres y lujos, riquezas y adoración tales como los reyes jamás han conocido.

Cristo a nadie hirió. Empero -remítete a la historia- algunos papas segaron la vida de gente inocente. ¡Cuánta sangre han derramado los papas con el solo objeto de conservar su poder temporal! Por meras diferencias de opinión han arrestado, encarcelado y condenado a miles de servidores del mundo de la humanidad y a sabios que descubrieron los secretos de la naturaleza ¡Hasta qué extremo se opusieron a la verdad!

Reflexiona sobre los preceptos de Cristo e investiga los hábitos y costumbres de los papas. Meditad: ¿Existe alguna semejanza entre los preceptos de Cristo y el modo de gobernar de los papas? No nos gusta criticar, pero la historia del Vaticano es extraordinaria. El propósito de nuestro argumento viene a ilustrar que las enseñanzas de Cristo son una cosa y la manera de ser del gobierno papal otra muy diferente: no hay acuerdo entre ellas. ¡Observa cuántos protestantes han perecido por orden de los papas, cuántas tiranías y despotismos han sido favorecidos, cuántos castigos y torturas han sido infligidos! ¿Puede percibirse en estos hechos algo de las dulces fragancias de Cristo? ¡No, por Dios! Esa gente no obedeció a Cristo, mientras que Santa Bárbara, cuyo retrato tenemos ante nosotros, sí obedeció a Cristo, siguió sus pasos y puso en práctica sus mandamientos. Entre los papas figuran también algunas almas benditas que siguieron los pasos de Cristo, sobre todo en los primeros siglos de la era cristiana, cuando los bienes temporales escaseaban y las pruebas enviadas por Dios eran tan severas. Pero cuando la autoridad papal se hizo con el poder gubernamental, adquiriendo honor y prosperidad terrenales, se olvidó completamente de Cristo para preocuparse del poder, la grandeza, la comodidad y el lujo temporales. El poder papal se opuso a la difusión de la ilustración, atormentó a los hombres de ciencia, obstaculizó la luz del conocimiento, e impartió orden de matar y saquear. Miles de almas, hombres de ciencia y sabiduría, libres de pecado, perecieron en las prisiones de Roma. Con todo este cúmulo de hechos y formas de proceder ¿cómo puede creerse en el vicariato de Cristo?
[34]

En el documento Bahá’u’lláh, la Casa Universal de Justicia declaró al mundo en 1992:

“Dirigiéndose al clero de todas las religiones, Bahá'u'lláh les advierte de la responsabilidad que han asumido tan descuidadamente en la historia:

‘Sois como un manantial. Si se cambia, así cambiarán los torrentes que fluyen de él. Temed a Dios y contaos entre los piadosos. De igual manera, si el corazón del hombre se corrompe, sus extremidades también se corromperán. E igualmente, si la raíz de un árbol se pudre, sus ramas, sus renuevos, sus hojas y sus frutos se pudrirán.’

Estas mismas declaraciones, reveladas en un momento en el que la ortodoxia religiosa era uno de los principales poderes en todo el mundo, declaraban que este poder había terminado de hecho y que la casta eclesiástica ya no volvería a jugar ningún papel social en la historia del mundo:

‘¡Oh concurso de sacerdotes! Desde ahora ya no os veréis en posesión de ningún poder [...].’

A un miembro hostil de entre el clero musulmán especialmente vengativo, Bahá'u'lláh le dijo:

‘Tú eres como el último rastro de la luz del sol sobre la cima de la montaña. Pronto se desvanecerá, como ha sido decretado por Dios, el Todo Poseedor, el Altísimo. Tu gloria y la gloria de aquellos que son como tú os ha sido quitada [...].’

Estas declaraciones no se dirigen al hecho en sí de organizar la actividad religiosa, sino al mal uso de esa clase de recursos. Los escritos de Bahá'u'lláh son generosos al apreciar no sólo la gran contribución que la religión organizada ha aportado a la civilización, sino también los beneficios que el mundo ha obtenido a través del sacrificio y el amor hacia la humanidad que han caracterizado a los sacerdotes y a las órdenes religiosas de todas las religiones[...]”[35]

Tampoco debe pensarse en ningún momento que los seguidores de Bahá'u'lláh tratan de degradar, o siquiera rebajar, el rango de los jefes religiosos del mundo, ya sean cristianos, musulmanes o de cualquier otra confesión con tal que su conducta esté de acuerdo con lo que profesan y sean digna de la posición que ocupan.

"Aquellos sacerdotes", ha afirmado Bahá'u'lláh, "... que están verdaderamente adornados con el ornamento del conocimiento y de un buen carácter, son, en verdad, como la cabeza del cuerpo del mundo, y como ojos para las naciones. La guía de los hombres, en todo tiempo, ha dependido y depende de estas benditas almas."
[36]

Este proceder de los líderes religiosos, ha constituido la razón por la cual a la mujer no se le confirió la posición que justamente ha merecido a lo largo de la historia religiosa; particularmente a María Magdalena. Esta cita de ‘Abdu’l-Bahá, resulta especialmente ilustrativa de este tema:

“Reiterando, se ha establecido en la historia que cuando la mujer no ha participado en los asuntos humanos, los resultados no han sido completos y no se ha alcanzado la perfección. Por otra parte, cada empresa importante del mundo de la humanidad en la cual ha participado la mujer, ha logrado significación. Esto es cierto históricamente y no puede rebatirse ni aun en el campo de la religión. Jesucristo tenía doce discípulos y entre sus seguidores había una mujer, María Magdalena. Judas Iscariote se había convertido en traidor e hipócrita, y después de la crucifixión los restantes once discípulos quedaron confundidos e indecisos. Ciertamente demuestran los Evangelios que la que los confortó y restableció su fe fue María Magdalena.”[37]

* Epílogo

A manera de nota final, escogí un poema de Tahirih, destacada poetisa y erudita bahá’í, martirizada por el gobierno islámico en 1852, quien al ser encarcelada por sus enemigos exclamó:

“¡Ustedes pueden darme muerte en cuanto quieran,
pero no pueden detener la emancipación de las mujeres!”


Mientras estaba como prisionera, fue recibida en la presencia de Su Majestad Imperial, Nasiri’d-Dín Sháh, quien después de ese encuentro, le envió una carta, en la que le pedía que renunciara a su Fe y entonces Él le daría una posición exaltada como guardiana de las mujeres de su casa: la convertiría en su esposa. Ante tal ofrecimiento ella escribió un poema al reverso de la carta y la hizo devolver a su remitente:

“Reino, riqueza y gobierno para ti,
Vagar, pobre derviche y calamidad para mí.
Si ese rango es bueno, sea para ti,
Si este rango es malo, lo añoro, sea para mí!”


Cuando el Sháh lo leyó, admirado por su valentía exclamó: “¡Hasta ahora la historia no nos había mostrado una mujer como ésta!”. Sin el consentimiento del Rey, los allegados a la Corte conspiraron para darle muerte.

Después de que el primer verdugo se negara a asesinarla, se embriagó a uno de los sirvientes quien la estranguló con un pañuelo.

Su conmovedora vida es un testimonio de amor y arrobamiento por Aquél Quien es el Amado de todos los mundos; y el poema que cito al final de este texto describe de forma tan perfecta el estado de adoración que una sierva de Dios puede alcanzar en Su sendero, que me pareció muy fácil de atribuir a los labios de María de Magdala.

De Tahirih se ha declarado:

“...Que futuras generaciones puedan hacer el digno relato de una vida que sus contemporáneos fracasaron en reconocer debidamente. Que los historiadores del futuro perciban la plena medida de su influencia y puedan relatar los sin par servicios, que esta mujer ha rendido a su tierra y a su gente. Que los seguidores de la fe que ella sirvió tan bien, se esfuercen por seguir su ejemplo, por relatar sus obras... por dar a conocer su talento y por establecerla, para siempre, en la memoria y en el afecto de los pueblos y tribus de la tierra.”[38]

Este artículo espera ser un insuficiente homenaje a la bendita mujer que, habiendo estado a los pies de Jesús de Nazareth, se levantó entre los hombres de su época para despertar la fe de la humanidad en la inmortalidad de su Bienamado, Jesucristo. Un humilde tributo a la ejemplar figura “que sus contemporáneos fracasaron en reconocer debidamente”, con la esperanza que esta historia nos inspire a servir a la humanidad con el amor, coraje y valentía que nuestro género reclama.


SI SÓLO UNA VEZ...
Tahirih.

Y si sólo una vez mis ojos
Contemplasen, al amanecer o al ocaso,
Tu rostro todo acongojado
Y acosado por el temor,
Mis lágrimas con gusto mostrarían
Un amor que ni hombres ni ángeles conocen.
Y de la soledad de mi corazón,
Cuando a ti y a mí la eternidad nos separe,
Mi llanto como sangre correría.
O como oscuro torrente que se hunde en mi alma,
O cristalino manantial que borbotea
de una cueva en la montaña,
o río que se precipita a su meta,
el silencioso océano, a cuyas olas todo río corre,
las aguas de mi vida fluirían [...]
Tus ojos como halcones reales cayeron,
Sobre el gorrión de mi trémulo corazón,
Y el infierno y el paraíso desgajados fueron,
Mientras cielo y tierra en mi alma batallaron
¿Quién esa repentina, infinita caída evitaría?
¿Qué alas el arte de volar recordar podrían?
¿Qué ojo, en ese instante, el día de la noche distinguir podría?
¿O relatar pudiera, cómo la tierra y el firmamento,
el cielo y el infierno,
al yo caer se unían
como la vida y la muerte, en un solo hálito,
en las entrañas moran?

Ven. Téjeme en Tu telar dorado,
Con suaves, suaves rayos de luz alborada.
Hilos de oro y plata trae,
Y rayos de luna tejidos con el manto de la noche,
Para ligar las desgarradas y rotas hebras
Que mi corazón, otrora, con dedos sangrantes tejió
Sobre el bastidor del sufrimiento,
Entre la urdimbre y la trama del amor.

Aún cuando con dorada y bella verba
Escrita sobre las páginas de mi corazón,
Loe Tus almibarados labios y fragante pelo,
No obstante, mi arte todo, jamás desgarrar podría
Los enceguedores velos de la prolación.
Aún cuando con maravilloso canto entone
Alabanzas de ese amante Amigo,
Estas páginas verso alguno mío llevan
Y ver podrás, si sólo lo miráis,
Nada que no sea la huella de su evanescente Pluma.


Notas:

[1] ‘Abdu’l-Bahá in London
[2] ‘Abbás Effendi, conocido como , ‘Abdu’l-Bahá (1848-1921), hijo de Bahá’u’lláh (ver nota no. 6), Quien Le nombró Centro de Su Alianza e Intérprete autorizado de Sus palabras; tras el fallecimiento de Bahá’u’lláh, Él fue la Cabeza de la Comunidad Bahá’í.
[3] Shoghi Rabbani, conocido como Shoghi Effendi (1898-1957), bisnieto de Bahá’u’lláh, nombrado por ‘Abdu’l-bahá Guardián de la Causa de Dios y Su sucesor, guió a la Comunidad Bahá’í desde 1921 a 1957.
[4] Shoghi Effendi, citado en Libres como el Viento
[5] ‘Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá
[6] Mírzá Husayn-‘Alí, conocido como Bahá’u’lláh (1817-1892), Fundador de la Fe Bahá’í.
[7] Biblia de Referencia Thompson. San Lucas 8:3
[8] Luces de Guía. Referencia 1738, página 707.
[9] La Casa Universal de Justicia, el cuerpo supremo que gobierna la Fe Bahá’í, fue creada por Bahá’u’lláh, el Fundador de la Fe, en su texto escrito.
“No existe clero en la Fe Bahá’í. La comunidad es administrada por instituciones que funcionan a nivel local, nacional e internacional. Estos consejos tienen cada uno nueve miembros elegidos por libre elección de los votantes...
El principal deber de la casa Universal de Justicia es promover la transformación de la sociedad humana desde su caos y conflicto actual a un orden mundial de paz y justicia...”(de una declaración emitida por la Casa Universal de Justicia, 9 de octubre 1985)
[10] The Universal House of Justice, 1998 Dec 16, Traditional practices in Africa.
[11] Biblia de Referencia Thompson. San Juan 8:11
[12] Lucas 7:37
[13] Ídem
[14] Lucas 7:11
[15] ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los Escritos
[16] ‘Abdu’l-Bahá, Abdu'l-Bahá in London
[17] JE Esslemont, Bahá’u’lláh y la Nueva Era
[18] ‘Abdu'l-Bahá, Contestación a unas preguntas
[19] Abdu'l-Bahá, Bahá’í World Faith - ‘Abdu’l-Bahá Section, p. 385
[20] ‘Abdu’l-Bahá in London, p. 88
[21] Ídem
[22] ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas.
[23] ‘Abdu’l-Bahá, ‘Abdu’l-Bahá in London
[24] Ídem
[25] ‘Abdu’l-Bahá, Divine Philosophy, p. 50
[26] The Diary of Juliet Thompson
[27] Instituto Ruhí, Enseñemos la Causa, Libro 6.
[28] The Diary of Juliet Thompson
[29] H.M. Balyuzi, ‘Abdu’l-Bahá - The Center of the Covenant, p. 348
[30] ‘Abdu’l-Bahá, Tablets of ‘Abdu’l-Bahá v2
[31] ‘Abdu’l-Bahá, Tablets of ‘Abdu’l-Bahá v2, p. 261
[32] ‘Abdu’l-Bahá en Contestación a unas preguntas. Describe al verdadero buscador de la siguiente manera: “Debe ser absolutamente puro y santificado, y libre de amor o de odio hacia los habitantes del mundo. ¿Por qué? Por el hecho de que su amor hacia alguna persona o cosa podría entorpecer el reconocimiento de la verdad que exista en algún otro; e, igualmente, el odio hacia algo podría estorbar su discernimiento de la verdad. Esta es la condición de la búsqueda, y éstos los atributos con los que ha de estar imbuido el buscador. Hasta que no alcance esa condición, no le será posible alcanzar el Sol de la Realidad.”
[33] ‘Abdu’l-Bahá, Divine Philosophy, p. 50
[34] ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas
[35] Casa Universal de Justicia, Documento Bahá’u’lláh, con motivo del Centenario de Su Ascensión
[36] Shoghi Effendi, Llamado a las Naciones
[37] ‘Abdu’l-Bahá, citado por la Casa Universal de Justicia, en la compilación La Mujer
[38] Root, Martha L. Tahirih, Poetisa y Mártir de Irán. Las citas del epílogo que se encuentran en negrita pertenecen a esta obra.